jueves, 6 de marzo de 2008

Wonderful Town



Sección Oficial
Cuando un extraño aparece en la vida de alguien puede ser para bien o para mal.
A Na, la protagonista de esta historia, le da miedo intimar con alguien que está de paso en el hotel en el que ella trabaja, pero aún así se entrega a una historia de amor que indudablemente, tenía fecha de caducidad. Tom, un arquitecto que llega de Bangkok no parece pensar en el futuro, pero la contraposición de los dos mundos está presente, desde sus costumbres, su idea de la soledad o su rutina, hasta su forma de vestir.
Con las secuelas del Tsunami como telón de fondo continuo, el pequeño pueblo en el que vive Na parece paralizado, pero feliz con sus quehaceres diarios con los que pasar el tiempo más rápidamente. Si el hermano de ella no entrara en acción, el argumento sería parecido al de tantas otras. Él se habría marchado y ella se habría quedado, con la discusión o decepción previa provocada por el hecho de que uno permanece en su vida anterior y el otro continúa su camino, dejando huellas difíciles de borrar.
Aunque provoque ciertos momentos de angustia por la imposibilidad de creer que todo va a ir bien, la película es fácil de ver e incluso dulce. Planos estudiados y prolongados casi poéticamente, y varias secuencias como la de la terraza, en su primera conversación más cercana, hacen ver el trabajo de ensayo y plan de rodaje que lleva detrás.
Wonderful town posee varios de esos momentos que apetece ver de nuevo tras salir de la sala. Desde los más pequeños, como la niña chapoteando en la azotea, hasta los más tensos, como en el que Tom acaba pasando de largo por la puerta de ella.
En cuanto a los personajes, no pueden estar más logrados en cuanto a la actitud y reacciones ante los hechos. Ella, más reacia al principio pero entregada después. Él, con iniciativa pero sin llegar a dar su brazo a torcer del todo (y cuyas razones conocemos pero se refuerzan hacia el final de la película). La incomunicación se ve latente en una historia de amor que, por mucho que haga sentir a los protagonistas, no ha durado lo suficiente como para que haya confianza plena entre ellos. Ni siquiera hablan del futuro ya cercano, aunque esa conversación se produce sin palabras y cada uno sabe lo que piensa el otro.
Una tesis sobre hasta qué punto conviene o no alterar las rutinas dejando paso a los sentimientos, pero en la que esperamos un final a lo Los puentes de Madison y nos llevamos una sorpresa.
Pronto las calles del pueblo, los comercios abriendo, las niñas jugando, nos despiertan de esa incredulidad y volvemos al principio del film, a la vida tranquila en Takua Pa.
Si tuviera que ponerle estrellas, serían cinco.
Patricia Arnaiz

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