viernes, 23 de noviembre de 2007

Planeta WOMAD

Ayer fue inaugurada la decimotercera edición del WOMAD Las Palmas. Una cita multiétnica que congrega, en los diversos escenarios del Parque de Santa Catalina, a un público con ganas de participar de esta fiesta cultural. Comenzó con la lectura de un Manifiesto, escrito por el periodista Juan Manuel Pardellas y al que le ponen voz un grupo de siete alumnos del Instituto de Enseñanza Secundaria de Arguineguín. Siete alumnos que simbolizan las siete Islas que forman el Archipiélago Canario, siete niños de siete nacionalidades que reflejan la riqueza étinica y cultural de las Islas Canarias.
Ahí queda.
Mis padres me dicen que, cuando nací hace unos pocos años, lloré mucho.
Yo pertenezco al mundo de la imagen, de la misma manera que mis padres nacieron con el sonido de una radio. Hoy, cada vez que veo en la tele un niño llorando, siempre es por algo malo.
He visto a los niños secuestrados del Chad y he rezado por ellos. También me gustaría recordar los extraños casos de Madeleine, Sara Morales y Yeremi Vargas, a los que envío un fuerte abrazo, allí donde se encuentren.
Pero en muchos pueblos del mundo, el llanto de un niño también es una puerta abierta a la esperanza de todo un pueblo, ante la llegada de un nuevo miembro, una mano más que ayudará a la prosperidad de la familia.
Ese niño recién llegado es una boca más que alimentar en lugares donde no hay mucho que dar, pero supone una bendición, porque garantiza la pervivencia de las costumbres, de las tradiciones orales y de las castas.
Al principio les dije que, cuando nací, lloré mucho. Y aquel llanto llenó de alegría la casa de mis padres.
Pero jamás hasta hoy les había confesado que la razón por la que lloraba tanto no era tan alegre.
Lloraba porque no entendía cómo duermen mis hermanos del Sahara sin agua y con mucho frío, a pocos kilómetros de mi casa.
Lloraba porque me acordaba de los niños de Irak y Afganistán, que cada noche se protegen de una lluvia de bombas. También pensaba en niños como Fatou, Friday, Abubacar, Mustapha y Alex, que vienen en barcas de madera hasta nuestras islas y, sobre todo, en los que no, a los que nunca conoceré.
No sabía por qué en muchos lugares de África es más barato un litro de Fanta que una sola gota de agua, ni por qué muere tanta gente de hambre cuando hay suficiente comida en el mundo.
Hay muchas cosas de este mundo que no entendía.
Por eso, esta tarde, le doy las gracias al festival WOMAD. Sus colores y ritmos secaron mis lágrimas, sus telas me abrigaron y sus artistas me han permitido conocer un mundo sin fronteras, un solo hogar para todas las razas y todas las lenguas.
Con sus canciones, sus danzas, su música y su arte, WOMAD consigue que millones de niños en todo el mundo, como yo ahora en Las Palmas, riamos, pintemos, gritemos y juguemos.
Gracias a esos artistas de los cinco continentes, éste también es un mundo de personas (no de números), de bellos paisajes y animales (no de mercancías) y de espíritu solidario (no de dinero).
Por todo eso, que Dios les bendiga. Muchas gracias

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